31.7.05

Digresiones de domingo

My Sunday demons




"That music you play, I'm not saying it's bad,
it just seems terribly sad."
Neil Hannon, "The Happy Goth"


El pijama no puede tener olor a comida, de ninguna manera. Cae desmayado sobre la colcha (la cama está destendida, revuelta, violentada): el pantalón por un lado, la parte de arriba por el otro. Había guardado los escarpines en uno de los cajones de la mesa de luz la noche anterior, pensando: "mucha humedad para lana".

Ayer cayó una pelota de tenis en el techo del supermercado. (Hace unas semanas habían estado recuperando los puntitos verdefosforescentes que, en los días nublados, hacían pensar en un yuyo extraño, ignoto, de esos que crecen irremediablemente en los techos). El ruido fue inconfundible. La pelota sigue ahí. Tal vez viniera a acompañar a esa otra de la que nadie se ha percatado, escondida bajo el alero metálico.

Aquí el café nunca sale lo suficientemente caliente. Esta máquina deforme fue mal concebida: no se supone que el café se tome tibio. El azúcar no se derrite (va siendo hora de cambiarla por estevia) ni se distingue ese humito tan tentador; es vital que la taza despida aroma. Y que dure mientras no haya nada más digno por lo que abrir la boca.

Los domingos me son intrascendentes.