Lo que deparan los puentes
Mientras espera para cruzar la ruta, que a esa altura viene convirtiéndose en avenida desde el puente, Rosalindo ve pasar el auto rojo. Lleva un mono en la cabeza, prendido al pelo azulado, y, contra el pecho, entre los brazos brillosos, infantiles, varios animales tallados en madera.
Del yacaré negro, amenazante, que cabe en la palma de una mano, se desprende un olor virgen que impregna el asiento trasero. Y el vivo recuerdo de una sonrisa ya resignada.