El viaje
La noche reina sobre el río. (Una negrura que vuelve todo una masa indefinida de naturaleza y ranchos imaginados pero indivisables). Los postes iluminan los puentes con ese resplandor lánguido; las luces de los puertos, casi olvidados, ondulan en el agua mecánica.
A los costados, los pueblos se suceden, pequeños, anónimos, incólumes; asoman fábricas y chimeneas.
Adentro, en la inmensidad del campo durmiente, los arbustos apenas se despegan del suelo.
Arriba brillan más, muchas más estrellas de las que revelan las ciudades.
Adelante, la ruta se prolonga, en recta infinita.
Pero el sueño.
***
El colectivo se transforma en nave imaginaria y generosa, que avanza por arte de magia.
Mientras los pasajeros se liberan de la conciencia, muta el paisaje.
Pisamos ahora tierra bordó.