7.1.06

Arreglando papeles





“Despierta el alma, vigente en dormido cuerpo,

son los ensueños. Y a veces rige sobre la Vigilia;
hace esperar en el umbral a la Realidad.”
Macedonio Fernández, No toda es vigilia
la de los ojos abiertos



El problema no es volver: es lo que implica. Y no es un problema: en todo caso, es el dilema (la vigilia). Volví estas fiestas a la casa de mi infancia y temprana adolescencia, al igual que todos los años; volví, si se quiere, geográficamente. Sin embargo, hace tiempo que no deja de perturbarme la idea de que quizás no sólo me traslade en el espacio. Ha sabido invadirme, como hiedra sigilosa, la sospecha de que además de un bolso repleto de inútiles menesteres y regalos varios para el enanosobrino llevo conmigo otra carga, una especie de disfraz caluroso que alguna vez usé pero hoy guardo en el fondo de un placard (lo conservo: no quisiera deshacerme de él por completo). Aun así, a pesar de las tribulaciones, el olor a tierra mojada, el balbuceo de los picaflores, el laurel de jardín con aroma a dulce, los cielos infinitos y aplastantes me aseguran, me juran, me prometen, cada vez que vuelvo, que pertenezco. Entonces: ¿soy yo la que vuelve? ¿O es, en parte o completamente, el recuerdo borroso de mí que se eterniza a sí mismo y me perpetúa contra mi voluntad? Seguiré siendo pero me desdoblo.