30.9.06

El traductor en su día





"Entre las palabras que la voz le arranca
a la sangre y las palabras aprendidas que la boca
come ávida de la mesa de los otros, mi vida
se balancea sin parar y traza una parábola
que a veces borra la línea de demarcación."
Juan José Saer, "El intérprete"


I
Marina

El primer día, me dio algunas instrucciones apuradas (siempre está apurada) y me dejó sola, sin mayores preámbulos, con un documento críptico de la OMC. Menuda confianza. Que el TAS Portable (tasportable, en francés), que los glosarios, que las copias corregidas a mano y enviadas desde Suiza. Jamás había visto cosa semejante, y creo recordar que fue la tarde menos productiva y más paralizadora en mucho tiempo. Mi primera tarde como.

Debe hacer (ella dice “debe de”, como corresponde) más de tres años que la veo todos los días laborables, y a veces incluso los que no. Forjamos un criterio casi idéntico y ya no hace falta que levantemos la vista para concordar. (El escritorio único de la casa donde tanto nos costaba aislarnos del bullicio familiar se transformó de la noche a la mañana en una oficina luminosa con una isla donde pertenecemos por un rato). Ahora llego, “gerenta” yo de mentirita gracias al bautismo devoto de ella, y me encuentro todos los días con la jerga, cotidianeidad y vida interior de esos organismos internacionales donde sueño trabajar algún día y que ella me deja arañar a gusto y a mis anchas. Y me encargo. Y me apasiono. Y sigo aprendiendo y ella me sigue enseñando y a veces incluso me doy el lujo de enseñarle yo nimiedades a ella.


II
Márgara

La vi por primera vez en una conferencia: daba una charla sobre la práctica profesional específica y ese tipo de cosas de las que suele hablar porque tiene la autoridad para hacerlo. Si pensé aquella vez en el concepto que tenía yo por entonces de “dinosaurio” (arrogancia de una era ida, soberbia esplendorosa y exagerada, exaltación casi inconsciente de la magnificencia propia) y huí casi despavorida, hoy corro en otro sentido y creo que los fósiles son dignos de veneración; y, como la gente cambia, ya no recuerdo qué pavadas decía años ha. Si sí, entonces me arrepiento en lo hondo como hija pródiga (sincera).

Pasé por sus clases primero; pasé por su mano profesional teñidísima de tinta (de la buena) después; paso ahora por su mecenazgo espontáneo. Me encanta que sostenga el uso, que no guste de Borges, que se adueñe del feminismo, que se empecine en contra de la “metástasis”, que para mí use (con gotero) el “excelente” y el “vas aprendiendo” porque me significa un doble (triple, cuádruple) orgullo. No quepo en mis fronteras físicas cuando deposita en mí apenas una pizca de confianza o me aguijonea para que me zambulla en esos desafíos que sabe plantear nadie más que ella y le demuestre que siempre implica mucho más esfuerzo pero al final creo poder… ¿Cómo voy a hacer cuando me salga de debajo de su ala?


III
Una traductora cualquiera

Si hoy es mi día, no es por mí. Será por una pasión, por las oportunidades que se dignaron, por el azar, por designio cósmico, por un deus ex machina. Por Marina y Márgara. Chin chin.