El hombre que creía en el futuro
"It was comforting to know I had
fallen and could fall no further."
Sylvia Plath, The Bell Jar (1963)
A propósito de Koistinen, Kaurismäki y la esperanza
No es extraño que me fascinen los personajes trágicos, y lo mismo les pasará a muchos: cuánto más fácil resulta identificarse con los dejados de la mano de los dioses, cuánto más con su miseria, para regodearnos en la nuestra. Es el caso del protagonista de "Laitakaupungin valot" ("Lights in the Dusk", 2006), ese hombrecito gris que, con una impavidez inquietante, avanza por mucho que lo hagan caer.
Tampoco sorprende que Kaurismäki trate así a una de sus creaciones. Si hay algo que lo caracteriza son esos colores brillantes (pero sobrios) con que las rodea, como un memento a la inversa, la dulzura que imprime en esos mundos lúgubres, dignos del más despiadado realismo (o del realismo y punto). Así, a Koistinen no se le conoce pasado (ni falta que le haría); vive el presente como lo que es, una falacia que se ratifica a sí misma con cada sentencia del reloj; para él, el futuro es un monstruo, sí, pero prometedor.
Esa voluntad, ese "I will not die here", resuena, férreo y lleno de un aliento nuevo, por la acerina Helsinki. Y me deja un sabor agridulce en los oídos.